El pasado martes me operaron del Síndrome del Tunel Carpiano de la mano derecha. Es la segunda vez que me operan, la primera fue hace 10 años. Cuestión de mala suerte, o malos hábitos, no se.
La cirugía fue en el Hospital Puerta de Hierro en Madrid y todo fue excelente, me llamaron algo antes de la hora para ver si se podía adelantar la cirugía, así que me presenté en el hospital 45 minutos antes de la citación y entré en la zona de quirófanos ambulatorios cerca de media hora antes de la citación. Como veis, mi deformación profesional hace que desde el principio estuviese registrando tiempos…
Pero este post no va de tiempos, ni de valor añadido. Basta con decir que la cirugía duró menos de 30 minutos y el tiempo total de estancia cerca de cuatro horas y media. Aún asumiendo que todo el tiempo que estuve de recuperación fue valor añadido, el ratio de valor añadido es muy bajo. Insisto, por lo demás, todo excelente y todos los profesionales que me atendieron, asistenciales o no, superaron mis expectativas en profesionalidad, amabilidad, empatía, y todos los parámetros que se me ocurren.
Pero vamos al tema sin despistarnos…Volví a casa con la mano vendada y la instrucción de no forzarla. La primera sensación que tuve, y que aún hoy tengo, es la cantidad de cosas que no se pueden hacer cuando te falta una mano. La ducha es un problema, abrocharse el pantalón, cortar la carne o el pan, etc. Teclear en el ordenador es tremendamente lento (menos mal que Apple incorpora un servicio de escritura por voz bastante razonable). En fin, muy limitado…
Sin embargo, al poco tiempo me acordé de mi sobrina Macarena. Ella nació sin una mano y la he visto, montar en bici, escalar, hacer parapente, coser…¡Hasta se hace ella sola una coleta, con una mano! Cuando mi hija Pilar se enteró, subió a su casa a ver cómo lo hacía porque le parecía increíble. No recuerdo ni una sola cosa que mis hijos hayan hecho y ella no haya podido hacer.
Y aquí vino mi segundo pensamiento…Cuando de adultos nos quedamos sin una mano, todo son dificultades. Nos ciega el pensamiento de que no podemos hacer determinadas cosas. Sin embargo, un niño es capaz de vencer esas limitaciones y hacer cosas que nosotros de adultos jamás seremos capaces de hacer.
Las organizaciones son iguales. Cuando son adultas se bloquean en sus limitaciones. Son incapaces de ver que en realidad sí pueden y se excusan en el mercado, las personas, la tecnología, etc. que hacen imposible conseguir los resultados.
Y sin embargo, son capaces, simplemente no lo saben.
Este es el primer y gran problema de la mejora de los procesos. No sabemos lo que somos capaces de hacer. Las técnicas, métodos, herramientas están ahí. No hay que descubrirlas. Como decía mi madre, “Está todo inventado”. Como decía Alberto Galgano “Los genios copian, los tontos inventan”. Es necesario que las organizaciones se hagan como niños y se orienten a aprender. Los resultados pueden ser increíbles. Es cuestión de iniciar el cambio con mentalidad de niño.
PS.- Me contaron que la primera vez que Macarena fue a escalar a un rocodromo según iba subiendo se iba haciendo el silencio y al llegar arriba hubo un aplauso cerrado…