“La espera media para someterse a una intervención quirúrgica no urgente en el Sistema Nacional de Salud (SNS) ha pasado de 76 a 100 días en el último semestre de 2012”. “El volumen de pacientes en lista de espera se ha incrementado un 6,4% en ese mismo periodo”. “Ha habido un aumento en el tiempo de espera para la primera consulta con el especialista, que se ha pasado de 53 a 59 días de demora media”….
Esta semana se ha anunciado que el Ministerio de Sanidad quiere reformar el actual modelo de listas de espera, basándose en la equidad y la gestión clínica. Sin embargo, en casi ningún sitio veo hablar de reducir esos despilfarros reales y de gran impacto, que mejorarían el trabajo diario de los profesionales sanitarios.
En una noticia publicada la semana pasada leí textualmente:
“Las cifras no son más que el reflejo de lo que está pasando. Muchos apuntan a que el gasto en sanidad es ya inasumible y no para de crecer, pero cuando se toma la decisión de recortar se daña la calidad del sistema. (…) Lo cierto es que cuando aumentan las listas de espera también aumenta el gasto, con lo que en términos reales, los recortes además de no tener el efecto deseado, están aumentando la espera de los pacientes y su gasto. Muchos están tanto tiempo de demora que tienen que repetirse las pruebas necesarias en más de una ocasión, de ahí que suba el gasto sanitario asociado a su intervención”.
¡¡Bingo!! Si se trabajara para reducir duplicidades de pruebas, por ejemplo, se reduciría el gasto innecesario. Nosotros siempre explicamos que el modelo LEAN HEALTHCARE es el modelo que, centrándose en la reducción del despilfarro, se focaliza en el flujo de valor del paciente y por tanto, consigue un equilibrio entre la calidad asistencial y el coste.
Anteriormente, en época de vacas gordas, parecía que invirtiendo en dotar los servicios de más recursos, se aumentaba la calidad asistencial. En algunos casos podía funcionar, pero lo que realmente se estaba haciendo era enmascarar las ineficiencias a golpe de talonario.
Actualmente, con los recortes presupuestarios, se ha impactado gravemente en la calidad del servicio, puesto que no se han buscado alternativas para reducir costes verdaderamente innecesarios.
Nosotros creemos firmemente que el equilibrio es posible, con una metodología clara de trabajo y con un compromiso de todos los implicados hacia un tipo de mejora que, no exenta de esfuerzo, consigue resultados a corto plazo.
Por ejemplo:
- Si se eliminan tareas de no valor en la hospitalización, como son los desplazamientos y tiempos perdidos en busca de material necesario para una cura, la enfermera podrá dedicar más tiempo a la cura y los cuidados del paciente.
- Si se eliminan tareas de no valor en urgencias, como pueden ser registros innecesarios (que son aquellos que nadie va a usar ni se requieren para el seguimiento del paciente) en el momento del alta, el facultativo podrá atender nuevos pacientes. Para que os hagáis una idea, hemos visto varios hospitales donde hacer un informe de alta supone 20 minutos de médico y, hay niveles de urgencia donde un 50% de los pacientes son atendidos y dados de alta en 20-40 minutos.
- Si se eliminan tareas de no valor en quirófanos, como son los tiempos muertos por descoordinación o falta de estándares de trabajo, podemos ganar entre un 25% y un 40% de capacidad extra (es decir, más intervenciones). Y son datos reales, basados en mi experiencia.
- Y en el caso de las consultas; si todos, incluidos los usuarios, fuéramos conscientes de que el tiempo es oro, y se trabajara en implantar formas alternativas para llenar de valor el tiempo de la visita (con modelos de visita única, o con formas más sencillas como es eliminar de la visita aquellas tareas que no son necesarias hacer con el paciente delante), ganaríamos muchas horas de agenda para reducir las listas de espera.
Y para terminar, quería volver a remarcaros dos ideas. La primera es que creo firmemente que la calidad asistencias se puede mantener incluso en épocas de menor presupuesto. Y la segunda, que llevar a cabo este cambio no sólo depende de los gobernantes y gerentes, sino también de los profesionales sanitarios y de los propios usuarios.